La pluma electrónica

Propósitos, principios y cambios en la educación adventista


Comentario del artículo de Floyd Greenleaf:¿Por qué las escuelas adventistas actuales difieren tan dramáticamente de las originales?

Iniciaré este artículo con un supuesto, usted deberá utilizar su imaginación y juicio. Pensemos por un momento que me pide un vaso con jugo de naranja y sin problemas le prometo conseguir su pedido. Luego, le alcanzo la bebida deseada, pero para su sorpresa ¡es una naranjada!. Naturalmente usted me reclama porque no es lo que desea y necesita. Sin embargo, le respondo que al fin y al cabo da lo mismo porque mantiene en su composición a la naranja y tan solo se le ha agregado agua, pero igualmente satisfará su sed y necesidad de vitamina C. ¿Será que aquella naranjada realmente contribuirá con su nutrición de la misma manera que el jugo puro de naranja?

Es notorio en el ejemplo inicial que en la segunda bebida se presenta otro producto, parecido, pero no es el mismo y no es lo requerido. Ya no es la esencia elemental, por consiguiente no disfrutará de sus componentes alimenticios y aportará a su necesidad inherente de nutrición. De la misma manera, el ser humano requiere satisfacer y llenar su necesidad formativa, para tal propósito Dios diseñó un modelo educativo y brindó las orientaciones necesarias para desarrollarla y aplicarla.

La educación adventista nació con un propósito y principios definidos, a eso le llamaremos esencia. Esto implica que siempre debe estar presente porque determina su naturaleza y especial singularidad, marcando una diferencia en las formas educativas seculares.

Los sistemas, los modelos y esquemas sociales a menudo cambian por la dinámica de la interrelación social y por la forma de conceptualizar las cosas. Sin duda, la educación en general ha sufrido tales modificaciones; de allí la existencia las diversas corrientes filosóficas y tendencias educacionales.  Greenleaf identifica que diversos cambios han ido permitiendo una transformación en la visión educativa de los adventistas. Tales modificaciones se han derivado de las influencias y cosmovisiones seculares en lo epistemológico, antropológico, cultural y social; y por lo tanto la educación adventista está perdiendo su “identidad y santidad”. En otras palabras, al parecer no es la misma de antes, y se ha distanciado de su esencia y propósitos por las cuales nació.

Pero, ¿qué ha permitido tal situación? En tal caso, cuando hablamos de cambios y variaciones en los modelos establecidos, también debemos hablar de responsabilidades, nos preguntamos ¿cuál ha sido el papel de los agentes educativos para un cambio tal? y ¿hasta qué punto son admisibles las diferencias?

El impacto y las nuevas tendencias en los sistemas sociales fueron introduciéndose sutilmente en el abordaje de la educación adventista, de tal manera que las actividades manuales se han ido removiendo del currículo educativo; ya sea por la reformas legislativas, conflictos mundiales, la urbanización y otras determinantes de cambios. Dichas medidas contribuyeron a una paulatina aceptación, por parte de líderes adventistas, de la filosofía clásica, donde el énfasis está en el conocimiento y el desarrollo de las facultades mentales. Sin embargo, la cosmovisión adventista dista mucho de la sola atención de tal dimensión del hombre y el mundo ha sobredimensionado la importancia de la educación superior que considera un currículo para el desarrollo del conocimiento.

Por otra parte, el mundo desarrollado, destacó la importancia de la producción. Pero tal y como afirma Greenleaf, la finalidad de la educación adventista fue entrenar profesionales para manejar y servir a la iglesia, no para preparar trabajadores industriales agrícolas.

Los cambios de paradigmas sociales, sin duda, han repercutido en la adaptación de los currículos de estudio. Por una parte, la educación se tornó más pragmática, y de otra, la visión se tornó en la formación de profesionales con mayor habilidad cognitiva. Dicho de otra manera, cambio tras cambio, esquema tras esquema, contexto y coyunturas políticas, económicas, culturales, religiosas y sociales han impactado e influido también en la educación adventista, no en su totalidad, pero sí en aspectos parciales. Frente a los cambios es imposible enfrentarlos, debido a la dinámica social, lo importante, en todo caso, es mantener la identidad y tener un sentido común para enfrentarlos y adaptar los métodos y no los principios.

Greenleaf concluye que ciento treinta años de educación adventista demuestran que las escuelas pueden alcanzar credibilidad y éxito académico sin sacrificar la espiritualidad, y que la conclusión subyacente es que los cambios en la aplicación de un principio ha sido el único camino para preservar el mismo fin.

La esencia de la educación adventista es su real y verdadero propósito, sus principios y fundamentos. Al respecto Elena de White señala que ésta debe abarcar todo el ser, logrando el desarrollo armonioso de las facultades mentales, físicas y espirituales. Y para comprender su alcance, necesitamos considerar tanto la naturaleza del hombre como el propósito de Dios al crearlo. Por ello, necesitamos discurrir el cambio verificado en la condición del hombre por la introducción del conocimiento del mal, y el plan de Dios para cumplir, además de su glorioso propósito en la educación de la especie humana.

Entendamos que la educación adventista va más allá de los propósitos humanos, de aquellos que solo persiguen la adquisición de conocimientos. Asumamos el reto educativo como una forma y estilo de vida, tal como la adoptó Jesús. Él marcó las diferencias sustanciales de su enseñanza con su vida armoniosa al cooperar con la finalidad del cielo, de restaurar a la raza humana. No olvidemos que el amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la genuina educación, y engendra el conocimiento necesario, cuyo inicio está en el conocimiento de Dios.

Finalmente, si la educación adventista actual difiere del modelo instaurado en sus inicios, quizá podría ser en los métodos y las herramientas de enseñanza y aprendizaje, las cuales deben ser contextualizadas. El asunto sería la contextualización y no el cambio por un modelo que dista poco o mucho del establecido por Dios. Por consiguiente la alteración y modificación presenta solo una seudo educación adventista. De otro lado, pienso que esta educación instaurada desde el Edén, contempla principios y propósitos inamovibles, los cuales permiten la pureza de su esencia y no dejará su vigencia y permanencia hasta la eternidad.